La transparencia frente a la ponzoña.

Mariano Rajoy durante la rueda de prensa amañada. http://www.huffingtonpost.es

Una transparencia real, fuerte y asentada. Sobre todo es necesaria durante los años de penurias económicas. Cuando la sociedad vive épocas de bonanza generalizada, real o ficticia, un agua cálida tapa las vergüenzas. En una sociedad avanzada esa agua es transparente, gracias a lo cual se pueden retirar el moho y el barro cuando aparecen.

Pero en la sociedad española el agua era turbia, casi negra. La pequeña corrupción estaba aceptada socialmente, los corruptos eran alabados (como en los casos de Mario Conde o el Pocero), la gran corrupción estaba oculta, e incluso existían temas tabú, como el de la Monarquía. Y casi todos éramos felices en ese calenturiento y nocivo baño.

Pero entonces quebró un banco en Estados Unidos, y agua se fue por el desagüe, y nos quedamos cubiertos solo por la maloliente ponzoña.

Una ponzoña que no desaparecerá dejando de hablar de ella. Al contrario, se quedará dónde está, pudriendo nuestros cuerpos, desde la piel hasta las entrañas. Y, desde luego, no se diluirá amañando las preguntas en una rueda de prensa, ni evitando hablar en el Parlamento.


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